viernes, 4 de junio de 2010

El regreso de los antropoides

Livin' la vida loca.


Oh yeah! Era un hermoso regreso a casa ayer cuando los antropoides volvieron a celebrar en las rutas, bailando como David Bowies y Mick Jaggers recién mordidos por una mamba cocainómana de bajón, y el Mono Majestuoso fue –cómo no- convidado a sus festejos. No se trataba de un corte de ruta (eh, usted, ¡malpensado!), no; estaban practicando para la semana que viene, para que el próximo corte salga piola piola.
Antes de acceder a la autopista, el Monomóvil se detiene en la GNC Fonzie próxima anterior a la subida. Un golpe de fortuna: le surte gas (lamentablemente sólo gas) la señorita de la foto aquí abajo.



‘Sniff... sniff...’ sniffea el macaco. ‘Siento olor a impunidad y a otras cosas...’, comenta. _’¿Cómo, no sabía? Mire, ahí están prendiendo fuego las cubiertas, en la subida a la autopista. Y en Avellaneda se juntaron en la puerta de un súper a que los inviten a tomar té y masitas.’ _comenta la muy agraciada. Cuando el Mono logra levantar la vista, reacciona: ‘¡BIEEEEEN! ¡VAMOOOOS...! ¡Otra fiesta popular, qué copado! Lástima que no me puedo quedar... ¿Qué localidad es esta, dónde estamos?’
_’Aldo Fonzie.’
‘¿Posta?’
_’Sí.’
‘¿Aldo?’
_’Sí.’
‘¿Fonzie?’
_’Sí.’
‘¿Es acá? Siempre pensé que era un nombre de ficción, como ‘La Ciudad de los Niños’, ‘Shelbyville’ o ‘Venado Tuerto’...
_’No.’

‘_¿Y cómo salgo de acá para ir para el lado deeee... cómo salgo de acá?’
(decí ‘Conmigo’, decí ‘Conmigo’... hace fuerza el primate).
_’Y... a ver... Lo más directo es saltando de árbol en árbol. Deje el coche acá, que esos pibes de gorrita que se acercan se lo cuidan. O si no puede hacer así: ¿ve acá en la esquina...?’
‘Sí.’
_’Bueno, ahí, a la derecha.’
‘Sí.’
_’Después, otra vez a la derecha.’
‘Sí...’
_’Ahí en la otra esquina, a la derecha.’
‘...’
_’Ahí de nuevo a la derecha, toca la bocina, baja la ventanilla y me saluda con la manito.’
‘Sí.’
_’Después que me saluda con la manito, sigue hasta la esquina y ahí a la derecha. Hace una... dos cuadras más, ahí va a ver que hay unos pibes sentados en la calle.’
‘¿En el cordón?’
_’No. En la calle. SOBRE la calle. Bueno, ahí acelere mucho mucho, aguante la respiración durante cinco Mississippis, diga “Jeaeapepé” y péguele duro hasta Avenida Isabelita T. Petrifica. Y de ahí, derecho.’
‘¿Hasta...?’
_’Al infinito y más allá. Ahí hace un firulete y retoma la autopista.’
‘Bueno, ¡buenísmo! La verdad, muy amable. Te invito a matar babosas con sal y a tomar Cindor; ¿vamos?’
_’No.’


El aventurero simio logra cerrar la puerta del vehículo ya en movimiento momentos antes de que el grupo de pibes de gorrita se arrojaran en palomita sobre el parabrisas al grito de ‘E’migo, cotó dorispette, natiné umpezo?’ (Disculpe, buen hombre; lamento incomodarlo justamente en medio de esta vicisitud pero mi apremio por lo por usted ganado es grande y urge; tendría a bien facilitarme algo de cambio suelto, toda vez que esto no resulte para usted en un compromiso? Eso sí, con el mayor de los respetos...)’.



Llega a la esquina, dobla a la derecha, a la derecha, a la derecha y –aunque no puede evitar sentirse medio canadiense- otra vez a la derecha, toca bocina, baja la ventanilla y saluda con la manito. Vuela una flema de uno de los gorrita que, tal es su densidad, pega sobre el capot, hace patito, impacta contra el cartel indicador de calles y lo abolla.
Hasta ahí todos contentos.



Tras un puñado de pintorescas aventuras menores, el macaco llega a la Avenida Petrifica. Un flato en la panza de un ratón recién engullido por un gato escondido debajo de un sillón detrás de la escalera del sótano del subsuelo de un edificio construido dentro de otro edificio –en una noche de lluvia- hubiese estado mejor iluminado. Llega al infinito: más allá está la subida de la Brigadier Pez, y la coge. Pero, ¡oh, Pléyades, oh Ninfas, oh Pampita!, muchos, muchos otros la han cogido antes. Y la Brigadier Pez no ha puesto objeción. Más adelante, donde la distancia se hace incógnita, el cielo se ilumina, y el Mono adivina las formas de las flechas encendidas que cruzan y cruzan como pájaros rabiosos para impactar quién sabe donde. Se regocija al saber que el espíritu olímpico no ha muerto, que los antropoides están practicando para encender la Antorcha Olímpica el día que los juegos se celebren aquí. Hablando de antorchas, un rastrojero con la mitad de las luces, la mitad de la carrocería, la mitad de las ruedas, la mitad del motor y la mitad del chofer se queda varado justo delante del monomóvil. Los compañeros de ruta le hacen saber su apoyo y consuelo haciendo sonar sus bocinas al unísono.



Tras muuuucho ‘finiiiiito’, el Mono Majestuoso alcanza el cruce con la autopista Dellepeaje; está constipadísima: ni cincuenta camiones de yogurt volcando actis regula regularis regulatis liberarían ese tránsito lento. Qué disyuntiva: seguir curvita y enganchar Camino de Buzarda, o ir por Dellepeaje. Recuerda (se escuchan arpegios de arpa octavados y se disipa una neblina) que durante los últimos festejos populares, la algarabía de los muchachetes había colmado los caminos, senderos y pasajes más secretos y confinados. Pero por otra parte, los autos casi parecen estar en movimiento por allí... ¿y si lo intentare? ¡Órale pué! Pero ¡Zas! ¡Miguel Mateos! Un gordo marca Sancho Panza se tira estilo bomba desde la ventanilla de un micro de escolares color naranja que muy casualmente no transporta ningún escolar –ni escolar del presente ni del pasado- y manda su extremidad que semeja un racimo de milanesas supremas de pollo sobre el capot del monomóvil. Deja allí su marca como en un paseo de las estrellas surrealista, pero no sabe firmar –zafamos-. Lleva puesta una campera que dice ‘Asociación La Vida Por Perón’. Acto seguido, con la manito con deditos como milanesitas, le hace señitas al colectivecito de que con su otra manito puede detener al monomóvil y a todos los demás móviles que esperan detrás. Y de hecho lo consigue. El Mono iría preso si intentara avanzar. Aquí debajo, una foto del muchachete, pero sin la camperita (no excitarse).



Pasa el transporte de escolares, cuyo pasaje –con la picardía de la juventud- golpea los chapones laterales con ritmo de comparsa y de bongó, al tiempo que esputa hacia los demás vehículos mientras les dedican guiños, sonrisas y promesas. Se trepa el Joven Manos de Milanga; el Mono le susurra un ‘te quiero’, pero el sendo gorilón ni siquiera le sopla un beso en respuesta. Detrás del Escolares, pasa otro, y otro parecido... ya se ha formado un hueco delante del monomóvil y los que esperan detrás se inquietan, y con razón. Subir a la Dellepeaje ha dejado de ser una opción. ‘Necesito algo.’ _piensa el Mono _’Necesito ayuda. Necesito a alguien... Necesito... necesito... ¡¡¡FRANCO TIRADORES!!!’ ¡Claro! ¡El tano Franco Amansalva! Mejor conocido como Franco ‘Tiradores’ Amansalva por su particular look, es el amigo que te saca de situaciones como esa. O te saca o te consuela. Es un plato, el gordo. El Mono Majestuoso no lo duda un instante más y lo llama.

Veinte segundos después se escucha un eructo seguido de ‘qué’.
_’¡Tanito! ¡¿Dónde está Franco Tiradores cuando lo necesito?!’
‘Qué.’
_’¿Por dónde andás, negro?’
‘Buscando a Giordano para preguntarle algo.’
_’...’
‘¿Qué onda?’
_’Nada, pasa que “X”, y blah blah blah, y quería compartirlo con vos.’
‘En cinco estoy.’
_’Pero ¿vos por qué zona estás?’
‘Palermo Bóligud.’
_’Perooooo... no vas a llegar...’
‘EN CINCO ESTOY.’
_se escucha otro eructo y cortan.



El vehículo ya se encuentra sobre Camino de Buzarda. Entre los huecos que quedan entre los coches llega a verse la capa asfáltica todavía humeante y maltratada. Por allí ya han pasado lo traviesos pibitos con sus correrías. El velocímetro empieza a girar en velocidad negativa. Parece que se estuviera haciendo más temprano; el mico se siente un Benjamin Button del subdesarrollo.
El tránsito se detiene completamente. En el stereo suena ‘Crosstown traffic’; el Mono mira hacia arriba y piensa ‘Cómo te zarpás, negro, eh...’ En eso, de la nada, no pasa una hoja Canson entre los vehículos, pero escucha que le golpean la ventanilla. Es físicamente imposible, pero allí hay seis morochos golpeándole el cristal al unísono onda doble bombo Dimmu Borgir.


El macaco baja la ventanilla tímidamente, como quinceañera que va a una carnicería por primera vez (!).
_’¡Hola! Mi nombre es Tuquera, mi hobbie es organizar desfiles en los piquetes, mi ejercicio favorito es gritarle a la tele, mi mascota es una mosca, cuando pinta el bajón me cabe el flan, y dice mi mamá que si fuera más boludo me dejarían viajar gratis en el colectivo, así que estoy poniéndole pilas a eso. ¿Una monedita?’
‘Disculpá, no tengo...’
_’¿Dos moneditas?’
‘Nein...’
_’¿Algo que te sobre?’
‘Uff...’
_’¿El celu? Pa’ lo’ pibe’
‘Achtung!’
_’¿El aromatizante aroma auto nuevo ese que tenés ahí?’
‘No no no nooooo.’
_onda Beethoven.
_’Esa estampita del Gauchito Gil que incluye ‘raspá y ganá’?’
‘Nop.’
_’¿Ese mapa de calles que tenés en el asiento de atrás?’
‘No da.’
_’¿El matafuego?’
‘Plop.’
_’¿La emplomadura de la tercera muela de abajo lado izquierdo con vista al mar a estrenar que se te ve ahí?’
‘¡¡¡JUMAAAAAAANJIIIIIIIII!!!’
_larga el alarido el Mono, y aprovecha que una camioneta mudancera fletera con caja de machimbre y lona verde ha pasado a mejor vida en el ‘carril’ contiguo y se escabulle veloz y eficaz como pedo de conejo.



Pero todo concluye al fin, nada puede escapar; todo tiene un final, todo terminaaaaa, y –por efecto de tanta goma quemada- todo se ha convertido en una ciénaga de Macadam; unas arenas movedizas carentes de arena y con escaso movimiento, y los vehículos van sumergiéndose en el agujero infernal que va haciéndose más y más ancho a cada instante. Con voracidad inapelable, la ciénaga va tragando auto tras auto; si alguien se asomara a ese abismo ígneo podría ver al Balrog precalentando y sacándose las mentiras de los dedos, pronto a salir.



‘Bueno... ya fue, tachame la doble... Hasta acá llegamos. Tuve una vida plena...’ (se escuchan arpegios de arpa octavados y se disipa una neblina. Se interrumpen los arpegios con sonido de explosión de escape de DKW. No data found – read error 00100100111 – disk contains damaged clusters – CHKDSK: Y/N?). El monomóvil comienza a desestabilizarse; ya todo está perdido. De repente, por sobre los bocinazos de los de atrás y los gritos de espanto de los de adelante que se funden con la autovía, emerge una música familiar... Crescendo... ‘Carmina Burana’. Más fuerte, más alto, más cerca... Es... ¿Será...? ¡Es! ¡FRANCO TIRADORES! Por el espejito retrovisor de donde cuelga una mano de plástico rojo haciendo cuernitos se ven vehículos despejando cancha hacia arriba y hacia los costados, como cuando Neo pasaba volando a los chifletazos. Sutil como bocina de barco, el gordo viene abriéndose paso con su moto envenenada de suspensión reforzada y holgado asiento para veinticuatro cubiertos. Se escucha un chasquido, seguido de un eructo: es el látigo del tano Amansalva que con precisión de gimnasta rumano y timing de estrella porno engancha el paragolpes y arrastra al monomóvil hacia un destino más fortuito.
‘¡Ronnie James Dio que estás en los cielos! ¡Me hago gay! ¡Cómo te necesitaba, Franco Tiradores!’
_’Qué.’

El gordo es como el águila gigante, llevando al Mono Majestuoso exhausto y con las nalgas al viento de regreso a la tierra de los hobbits. Allá a lo lejos las fauces de fuego terminan de engullir un cartel de ‘La vida por Pepón – La película. Estreno 17 de Octubre en alguna que otra sala.’ La Motomelpatiño va sola por la ruta en ruinas. En el stereo suena ‘We built this city’; el macaco mira hacia arriba y no dice lo que piensa, pero sonríe, cansado. Llegando a la Rotonda Oronda, el tano desliga el látigo con un simple movimiento de muñeca. Qué grosso es; le ganaría una pulseada simultánea a Chuck Norris y al Teto Medina. No dice nada; guiña un ojo, se escucha un eructo –o tal vez un flato- y la moto se hace niebla allá adelante. La grandeza de los héroes.
Franco Tiradores, where are you? We need you.







No hay comentarios:

Publicar un comentario